Dos preciosas gatas, abandonadas a su suerte ante la posibilidad de cualquier destino incierto, pero yo las encontré. Y como no podía ser distinto mis ideales morales hicieron que no me importunase lo más mínimo el hecho de tener que ir a clase en ese momento, las cogí, arropé, alimenté y las deje al cuidado de las encantadoras conserjes que había en mi centro este año.
Al volver había una marabunta en conserjería llena de caras curiosas enamorándose de los gatos. Una fue adoptada por una profesora al capricho de su hijo pequeño que quedó encandilado y yo decidí quedarme con la que no tenía miedo al fuego. Así comenzó mi etapa como madre, teniendo al fin la autoridad y capacidad de educar un ser vivo sin impertinencias ajenas de desvariados mentales.
Creció, jugó, aprendió, era una gata encantadora de la cual única queja que puedo tener eran sus afilados dientes que de vez en cuando se excedía a usar mientras jugaba.
Recibí varias amenazas, pero no pensé que fuesen a tener el valor; estúpida fui.
Anoche Mohari, así la llamé, desapareció.
Y no puedo más que tras haber buscado, preguntado y pensado en mil explicaciones tener esta sensación de rabia y angustia al verme impotente y no haber impedido el destino incierto en el que se encuentra del que yo misma la quise proteger: la calle... Quién haya osado a tomarla más vale que la cuide, puesto que como sea consciente que haya sufrido algún daño no tardarán en empezar a rodar cabezas.
No tengo tiempo para perderlo con discusiones, solo espero que en el caso de que no apareciese no le pase nada.
En caso de verla o tener cualquier información no dudes en ponerte en contacto conmigo (Lara) por cualquiera de mis redes sociales.
@Biludyrst