jueves, 20 de noviembre de 2014

Dame paz y entraré en caos.

A un sin fin de cosas me refiero, y digo, sin fin por no contar; se adhieren pensamientos rocambolescos que no por más fingir serán inocuos y van adentrándose en mi córtex, mimetizando las ideas.
En situaciones de extremo estrés la vitalidad que emanan mis funciones fisiológicas es más que evidente, fuera de suspiros y con mucha guerra por dar se tensan los órganos hasta fulminar las tareas enemigas que se contraponen a nuestro tiempo ocioso tan anhelado durante los días de rutina y más en pleno esperpento de este siglo. Pero ahí se sigue, alzado en pie a cada amanecer para no perder detalle del quiénsabe nos espera en las horas futuras.
Y allá en contraposición un estado anímico diferente y ya no tan inusual, hallado repitiéndose en sigilo: el caos sumido en la nada. En efecto.

Y aún teniendo la caja de herramientas en regla y un mullido habitáculo nuevo donde dormir: las heridas ya cerradas comienzan a escupir, los nervios se escapan de esa jaula impuesta llamada 'racionalidad' y ni tan siquiera una comida de gourmet puede paliar el temblor interno que subyace la dermis.
Con esto mi almohada parece roída y pestilente. Un vacío mayor que del O2 en vaso, una brisa malnacida que congela todo rastro de calor posible y paraliza como mil semáforos no serían capaz.
¡Dios! Entre tanto colorido ya no sé por donde cruzar, me nubla la vista como si de epilepsia se tratase y al borde de cualquier acera las dudas ni corroen, simplemente estamos tiesos, parados, inertes (...) voyeurs sin horario que procesan y repasan imágenes para tratar de encontrar algo capaz de ser tocado.

Sumida en la languidez de mis quehaceres mato los instantes con balas verdes de humo blanco, auscultando está cavidad hueca que tengo por pecho donde resuenan los por y para a temporales. 

There's no heartbit