jueves, 24 de noviembre de 2022

Vigilante de latidos

 De mente errante

con corazón dañado.

Avisa a tu alma

Del descanso,

Puesto que sin llanto

no hay colores.

Ni para regar

Aquellas flores.

Vida en vaso,

Está abierto

No me busquéis en mi lecho.

Trastornos de conducta

Pero con posibilidad,

De incluso joderla más.

Por eso, pauso, respiro.

Me queda como dedo en el anillo.

Sin compromiso,

No sobra ambición.

Mantenerse firme cuesta mucho

Y no.

Préstamos de sonrisa.

En luna llena.

Da para dos el plato de la cena.

Potencial a pulir.

Un manojo sin fin.

Con días grises pinto un final feliz.

Entre colores, no se oye el llanto.

He esperado tanto por asaltos.

Qué me iba al vacío.

Con prisas.

Ahora aprecio más el soplo de la brisa.

No noto nada, estoy fragmentada.

Dice el hada que a los niños salva.

No me extraña, es el dolor.

Un compañero de viaje sin temor.

Y mis anhelos, no caen del cielo.

Me llevan trepando desde el agujero.

Y resto y sigo.

Sumando notas.

Entre piezas rotas.

Una partitura de mi aorta.

Me cae sin risas.

Es por las vistas.

No me jodas si no valoras lo que pisas.

Le digo al hoy, muy buenas son.

Soy eterno desde el parto.

Nunca se escuchó mi llanto.

Y al momento, de con razón.

Aprender que el rescate siempre fui yo.

Hacia el ocaso.

Me voy de mi.

Vuelvo para comprobar que ya me fui.

Aunque quedan dentro,

Bien los cimientos.

De anteponerse a circunstancias por defecto.

Varilla en mano, escritura rápida.

Directa la fecha para la escalada.

Subiendo escalones con lo hecho.

Apreciando mis defectos.

Con mesura pues siempre fueron de ayuda.

Un alboroto con casco remoto.

Voy a encontrarme detrás de los focos.

Y en el espejo marcada mi sonrisa.

Salir del teatro descalzo.

Aprendiendo a pesar del pato.

En un cajón las balas más certeras.

Con formas curvas que noquean la vereda.

Y para terminar, punto y aparte.

Nunca dejaré de ser arte.



Dedicado a una neurona hiperactiva.