El pájaro tenía una pata y ala herida.
Tenía que descansar,
mientras él se preguntaba,
Si podría volver a volar.
En una caja de cartón,
Donde veía a los de su especie,
Alzar el vuelo a otros destinos.
Había una tormenta,
El resto también se refugiaba,
Aunque este pájaro era valiente,
Sabía que tenía que protegerse,
De aquellos depredadores,
Que lo verían como presa.
Tristemente y con certeza,
No se dejó sucumbir a la ilusión,
Pues era este un halcón.
Cuando alguien posee tal grandeza,
Ante las incertidumbres de la vida,
Aquellos que se consideran débiles,
Intentan reslatar las vulnerabilidades,
Como si estas fueran ofensa.
Nunca vieron aquellos paisajes,
Nunca entendieron ser salvajes.
El valor de permanecer solo,
Mientras cicatrizan las heridas,
Por haber sido valiente,
Superando los golpes de la vida.
Abriendo los ojos,
De ser uno mismo quien se cuida.
Que quienes no ven más allá,
Te hacen creer herido,
Sin siquiera haberse aventurado nunca,
A volar tan alto como este lo hizo,
Donde salió herido,
Y superaría esa altura.
Es de cobardes,
Reírse como si fuera una magulladura,
Sin entender la ferocidad,
De superar los propios límites,
Ellos nunca habían salido del corral.
Como tomar personal,
Un comentario limitado,
Sin experiencia, ni agrado.
Mejor ser malentendido,
Que ser codificado.
De fuertes es llorar,
Por algo sagrado.
Aunque nuestros semejantes estén lejos,
A veces especies forasteras te entienden,
Pero aquellos que nunca arriesgaron,
Ni saben lo que es perder,
Y mucho menos, alzar el vuelo otra vez.