Al otro lado del vagón estaría esperándote, con humo y cenizas entre sus manos, pero se dió cuenta (tarde, aún no sé si demasiado) de que aquel tren no pasaba por allí y por más luces que la escandilaban nunca era el que ella esperaba.
Veía pasar miles de figuras contorsionadas a su alrededor con equipajes de todo tipo: pequeños, grandes, bolsos etc... Algunos sospechosos y otros le evocaban a pensamientos melancólicos difíciles de postergar.
Las horas se consumían más rápido que cualquier calada que le brindaba a ese cigarro, ansiosas al principio, confusas seguidamente y finalmente extrañas. No llegaba.
Ella se fue hacia la acera contraria, se sentó en un banco y sostuvo entre sus piernas esa carta con palabras que nunca pronunció. Quiso marcharse pero algo le decía que aunque no fuese entonces, debía llegar, con las hojas del otoño algo cambiaría y ella estaría presente.
Estaba perdiendo el viaje a su propio destino, viendo como llegaba y se marchaba cada tren lleno de nuevas experiencias por conocer pero aún así seguía esperando.
Comenzó a preguntarse que la retenía allí e intento alejarse poco a poco mientras se giraba constantemente mirando hacia la estación preguntándose por qué.
16/07/2013