Las ojeras se alargan cada noche hasta parecer tirolinas por las que se deslizan horas interminables de insomnio, echando de nuestro lado el tan merecido descanso que va haciendo mella con su ausencia. El sueño se convierte en tortura, perdido el balance de nuestra narcosis la hipersomnia aparece cuando entre tanto desgaste se llega al mínimo de batería y simplemente sin tiempo para bostezos, nos desplomamos.
Y al despertar la fatiga es incluso mayor. La larga cabellera decreciente en mi cabeza, perdiendo densidad y brillo al igual que el resto del conjunto fisiológico que me envuelve es una clara muestra de la decadencia general que está produciéndose. Uñas translúcidas, manchas y cicatrices en la piel que no espero desaparezcan se suman a esta velada de quejas sobre mi aspecto.
Afecto y comprensión juntos conforman el anhelo perenne grabado de forma flemática, y no por ello menos desgarradora, en las oquedades internas sin aparente mitigación próxima.
Ve y lee tantos textos de auto-ayuda como consejos desees, pues todos ellos acaban en una degustación amarga que no servirá más que para reafirmar el hecho de que sí, estás hundido. Intentas levantarte pero ves que no existe un sostén emocional con la forma correcta y que siempre va a quedar un vacío dentro cuya única forma de colmar son parches temporales.
Podrido ese último remiendo, volvemos al punto de partida. Aquí, con el fracaso por detrás en forma de recuerdo y delante con absurdas expectativas el miedo se rompe en mil pedazos cuando ya no te importa nada, entonces encontrarás la tilde que faltaba para transformar los 'y si' de ser cuestión a enunciación afirmativa.
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Y Sí. |