Una luza azul que brilla,
Otros le chillan.
Cae la corriente desmedida,
En un altar la semilla.
Donde florece en una camilla,
La historia que no consiguió hundirla.
Regada de lágrimas,
Sabiendo que había salida.
Cuando aún no la conocía,
La fé inquebrantable el alma mía.
Que no podía andar, decían,
Y como un soplo de aire,
Salió por esa puerta fría,
Caminando por su vida.
Donde la luz no alcanza todavía,
Se gestó la cuenta de lo que venía.
Quieren saber quiénes echaron tierra,
Sin saber que raíces saldrían.
Castigo divino a quién desea la caída,
Pues es un regalo a quien decide respirar.
Todos tienen tiempo de arrepentirse algún día,
Pues no será la flor que verán,
Ni mucho menos a su alcance,
Por calumniar a un ángel,
Que hasta los demonios protegieron.
Sea así pues devuelto el mal ajeno,
Y la caída al mismo subsuelo,
Que algún día desearon a quien no conocieron.
Los ojos humanos no alcanzan,
Pero la frecuencia siempre avanza,
Y sin reclamo, pero con templanza,
Caerá la lluvia que abrirá la senda,
Entonces, no se sorprendan.